Hay un relato clásico del zen que cuenta que el discípulo Hui-ké dijo a su maestro Bodhidharma:
. Por favor, ayúdame a acallar la mente.
Bodhidharma le respondió:
. Tráeme tu mente para que pueda acallarla.
Después de un largo silencio, Hui-Ké dijo:
. Pero…. ¡no encuentro mi mente!
. ¡Ya está! – respondió entonces Bodhidharma, con una sonrisa. ¡Ya he acallado tu mente!