Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». (www.rae.es)
¿Cómo volver a salir a flote después de uno de los frecuentes contratiempos, decepciones o malos momentos de la vida? La respuesta es resiliencia: necesitas entrenar tu cerebro.
El cerebro tiene muchos mecanismos para salir de nuevo a flote tras los contratiempos del día a día. Y con un poco de esfuerzo, puedes mejorar esta habilidad de recuperarte de los “malos momentos” de la vida.
Cuando nos disgustamos después de haber dicho algo o hecho algo de lo que luego nos arrepentimos (¿y quién no de vez en cuando?), eso es un signo claro de que nuestra amígdala (el radar del peligro del cerebro que dispara la “respuesta de luchar o huir”) ha secuestrado los centros de mando del cortex prefrontal. La clave neural de la resiliencia está en el grado de rapidez con el que nos recuperamos de ese secuestro.
El circuito que nos devuelve toda nuestra energía y enfoque después de un secuestro de la amígdala, se concentra en el lado izquierdo del área prefrontal del cerebro, según Richard Davidson, un neurocientífico de la Universidad de Wisconsin.
También ha descubierto que cuando nos sentimos mal anímicamente, hay una mayor actividad en el lado derecho del área prefrontal. Cada uno de nosotros, tenemos un nivel característico de actividad izquierda/derecha que predice la variabilidad de nuestro estado de ánimo diario: si nos inclinamos un poco más hacia el derecho, mayor malestar; si nos inclinamos más hacia la izquierda, mayor capacidad de recuperación de todo tipo de estados negativos.
Para ponerlo en práctica en el lugar de trabajo, Davidson se alió con el director de una empresa de biotecnología en la que se trabajaba bajo fuerte presión las 24 horas de los 7 días de la semana, y con Jon Kabat-Zinn de la Universidad de Massahcusetts. Kabat-Zinn ofreció a los empleados formación en mindfulness, un método de entrenamiento de la atención que enseña al cerebro a registrar todo lo que ocurre en el momento presente con total enfoque pero sin reaccionar.
Las instrucciones eran simples:
- Busca un lugar tranquilo y a solas, lejos de cualquier distracción durante unos minutos (por ejemplo cierra la puerta de la oficina y pon el teléfono en modo silencio).
- Siéntate cómodamente con la espalda recta pero relajada.
- Enfoca la atención en la respiración, atento a las sensaciones de la inhalación y la exhalación, y vuelve a empezar con la siguiente respiración.
- No juzgues la respiración ni intentes cambiarla.
- Observa cualquier cosa que venga a la mente que te distraiga (pensamientos, sonidos o lo que sea), deja que se vayan y vuelve la atención de nuevo a la respiración.
Después de ocho semanas, y una media de 30 minutos de práctica de mindfulness o atención plena, se había producido un cambio en la proporción de los que se inclinaban hacia el lado derecho, el del estrés y ahora había un mayor número de personas que se inclinaban más hacia el lado izquierdo, el de la resiliencia. Más aún, esas personas decían que ahora recordaban lo que les gustaba de su trabajo; volvieron a sentirse conectados con aquello que les daba energía cuando empezaron.
Para obtener el beneficio completo, una práctica diaria de 20 a 30 minutos es lo que funciona mejor. Piensa en ello como un plan de ejercicios para la mente. Una grabación con instrucciones de un profesor puede ayudarte, pero la clave es encontrar un tiempo en la rutina diaria.
Traducido y adaptado del artículo de Daniel Goleman en http://blogs.hbr.org/cs/2011/04/resilience_for_the_rest_of_us.html