«La meditación no nos lleva a un destino concreto. Es una exploración. Se trata de aventurarnos y explorar cómo funciona nuestra mente: las sensaciones (el aire que toca la piel o el mal olor de la habitación), nuestras emociones (me encanta esto, odio esto, me muero por esto otro) y pensamientos (“¿no sería raro ver a un elefante tocando una trompeta?”)
La práctica de mindfulness (explorar con curiosidad lo que está ocurriendo en nuestra mente) es liberadora: nos permite sentir que el movimiento de la mente no es tan misterioso y así podemos aprender a navegar entre las sensaciones, pensamientos y emociones con mayor habilidad. La voz en nuestra cabeza nos molesta menos. Todos los beneficios de la meditación surgen desde el momento en que experimentamos que nuestra mente es más manejable. Podemos enfocarla y guiarla mejor, y también podemos soltarla. Más danza, menos camisa de fuerza.
Pero no se trata de arreglar nada. Tu mente es capaz, de forma natural, de atender conscientemente (mindfulness), de darse cuenta, de experimentar amabilidad y compasión. No necesita una reparación.
Por supuesto nos perdemos y nos confundimos de vez en cuando, e incluso frecuentemente. Lo primero que necesitamos es un mínimo de estabilidad. Simplemente repitiendo con amabilidad el sencillo hábito de volver a la mente y darle un ancla, como la respiración, poco a poco emerge una estabilidad que nos permite una mejor perspectiva de lo que pasa en la mente, y nos da más opciones de donde elegir.
Volver a la respiración no es un problema en sí mismo. Cuando estás aprendiendo a cocinar, a veces el fuego está demasiado fuerte y se te quema algo. Eso no significa que no seas cocinero o cocinera. Significa que tienes que ajustar mejor el fuego».
Traducido y extraído de la revista Mindful. Artículo de Barry Boice