Estar presentes en medio de las crisis

(artículo de http://www.redmindfulness.org/647307#

 «Cuando te abres a la naturaleza continuamente cambiante, impermanente y dinámica de tu ser y de la realidad, aumentas tu capacidad de amar, de cuidar a los otros, y tu capacidad de no tener miedo. Te vuelves capaz de mantener tus ojos abiertos, tu corazón abierto, y tu mente abierta». – Pema Chodron 

Reflexión 
 
Parece ser algo distintivo en la vida humana el que, cada cierto tiempo, atravesemos crisis. Dentro del continuo de nuestra vida y de todas las experiencias que la conforman, pasamos por periodos de relativa estabilidad e integración, para luego entrar en períodos de confusión, incertidumbre y cambios, tras los cuales usualmente las cosas parecen volver a ordenarse y volvemos a ganar cierta estabilidad. En cada parte de este ciclo, buscamos ser más felices o sufrir menos. Sin embargo, lo que entendemos por felicidad va cambiando. Y es común que nuestra idea de felicidad se interponga entre nosotros y la felicidad misma.
 
Cuando niños, la felicidad se proyecta en el cariño, cuidado y presencia de nuestra familia. Más tarde la felicidad se liga a la posibilidad de ser aceptado por el grupo de pares en la escuela, y tener nuestros primeros logros académicos, sociales, amorosos, deportivos, etc. Al fin de la adolescencia, la idea de felicidad se liga a entrar efectivamente el mundo “de los grandes”, asumiendo roles validados en nuestra cultura en particular, tales como conseguir trabajo, emparejarse con la persona adecuada, ser padres, ser buenos consumidores, etc. Aprendemos distintos códigos, reglas y caminos que prometen llevarnos a la felicidad, y hacemos nuestro mejor intento por seguirlos, asumiendo que el correcto cumplimiento de los roles en los cuales hemos depositado nuestra identidad, nos hace automáticamente felices. Sin embargo, sin importar cuán bien lo estemos haciendo, el momento de la crisis inevitablemente nos visita, ya sea por unas horas, unos días, meses o años, como una capa espesa de confusión e incertidumbre, como un inesperado derrumbe del piso estable que nos sostenía, como un estado cuya razón de ser es difícil de comprender en el momento mismo en que ocurre.
 
 
Hace tiempo ya el poeta y filósofo Henry David Thoreau observó que la mayoría de las personas vive en una desesperación silenciosa. Las crisis de transformación surgen para despertarnos de la silenciosa desesperación de estarnos convirtiendo en lo que no somos realmente. Vienen a despertarnos del sueño de vivir una vida tolerable, pero no plenamente nuestra; una vida para otros, no en el sentido de servir a los demás, sino que para los ojos de los otros, ya sean parejas, padres, jefes, gremios, iglesias, partidos, etc. Las crisis pueden venir como enfermedades físicas o psicológicas, pérdidas significativas, crisis de pareja, pérdidas de empleo, o simplemente como inexplicable angustia en medio de lo que objetivamente parece que “funciona”. Las crisis nos sacuden y enfrentarnos a las preguntas honestas y grandes que nos hicimos cuando niños y que aprendimos a cubrir con un manto de seguridades aprendidas: ¿Qué es la vida? ¿Quién soy yo? O, como pregunta la poeta Mary Oliver en  el poema Gansos Salvajes, “¿qué planeas hacer con tu vida preciosa, salvaje, única?”
 
La palabra crisis tiene la misma raíz que la palabra cribar, que significa cerner, tamizar, colar, filtrar, limpiar y depurar. Viene del griego krisisy éste del verbo krinein que significa separar o dividir. Las crisis son tiempos de discernimiento
y depuración, de filtrar lo indispensable de lo accesorio, lo falso de lo verdadero. Son tiempos de afinar el criterio para dirigirnos hacia una vida más auténtica o, como enseña Patricia May, para pasar de una cultura del ego a una cultura del alma.
 
Práctica
 
Nuestra cultura está poblada de dispositivos para distraernos ante la incomodidad de las crisis personales y colectivas. El “pan y circo” romano se ha sofisticado y expandido hacia el consumo ilimitado de productos globales y hacia el mundo virtual de la entretención digital. Las adicciones, que son un caso extremo de nuestra situación “normal”, muestran ese esfuerzo casi desesperado por tapar un vacío espiritual con sucedáneos externos, ya sean bienes materiales, medios, actividades, conversaciones, alcohol o drogas.

 En este contexto, detenerse, simplificar, y hacer silencio es un gesto indispensable, digno y revolucionario. Las prácticas contemplativas en general, y la meditación en particular, nos ayudan a desarrollar esa vigilancia necesaria para escuchar y honrar nuestras crisis y develar su sentido profundo. La actitud es la de abrir los ojos y ver qué está pasando, pero no con ojos de juez o detective, sino con una mirada radicalmente respetuosa y amorosa hacia uno mismo/a y su experiencia. De esa manera, esa vocecita sabia y tímida puede sentirse cómoda para hablar y ser escuchada.

 
Si estás atravesando una crisis, en vez de distraerte de ella o rechazarla, busca maneras concretas para estar con ella desde una apertura y curiosidad. Además de la meditación sentada y caminando, y las prácticas de cuerpo-mente que realices (como yoga, tai-chi, danza, etc.), puedes dejar algún tiempo para estar en la naturaleza, o puedes buscar encuentros con personas que puedan mirarte directo a los ojos sin presionarte con sus expectativas. O quizás puedes iniciar un diario donde escribas tus pensamientos, tus sueños, confusiones e intuiciones. Pinta, danza, camina, reza o poetiza tu crisis. Pero procura equilibrar la auto-indagación con la nutrición a través del afecto y el contacto con la belleza… ve arte que te inspire, escucha música bella, huele aromas agradables, come alimentos deliciosos y sanos, quiere y déjate querer.
 
Si conoces a alguien que esté viviendo una crisis, ofrécele tu compañía y escucha, y aprovecha de practicar la presencia plena con esa persona. Ofrécele una mirada amplia, amorosa y atenta, y resiste el impulso de querer “arreglarlo” a punta de consejos. Recuerda que el tesoro emerge del espacio oscuro del no saber, y que acompañarse en ese espacio desde el cuidado es algo sagrado. Honra tus crisis como umbrales que te llevan a profundizar y ampliar tu humanidad.

Diez minutos sin hacer nada

¿Cuándo fue la la última vez que hiciste absolutamente nada durante 10 minutos completos? Sin enviar mensajes de texto, hablar o pensar siquiera, El experto en atención plena, Andy Puddicombe, describe el poder transformador de hacer precisamente eso: renovar la mente durante 10 minutos al día, simplemente estando consciente y viviendo el momento presente.

La meditación reduce el sentimiento de soledad

Muchos mayores viven sus últimos años en soledad y esto significa mucho más que una casa en silencio o falta de compañía; con el tiempo, la soledad puede pasar factura a nivel psicológico y también tener un importante impacto a nivel físico.

 
El sentimiento de soledad se ha relacionado con el aumento de enfermedades del corazón, Alzheimer, depresión e incluso muerte prematura. 
 
Desarrollar tratamientos efectivos para reducir la soledad de los adultos es esencial, pero hasta ahora esos esfuerzos han tenido resultados limitados. 
 
¿Qué hacer? Investigadores de la Universidad de California UCLA indican ahora que un programa de meditación de ocho semanas reduce la soledad de los mayores. 
 
Más aún, sabiendo que la soledad está asociada con el aumento de la actividad de los genes relacionados con procesos inflamatorios que favorecen distintas enfermedades, los investigadores han examinado la expresión de dichos genes y han visto que esta forma de meditación reduce la expresión de los genes inflamatorios.
 
En la edición del mes de agosto 2012 de la publicación científica Brain, Behavior and Immunity, se publica un artículo de Steve Cole, profesor de UCLA, en el que se afirma que el programa de ocho semanas basado en mindfulness (MBSR), que enseña a la mente a estar simplemente atenta al presente y no quedarse en el pasado ni proyectarse en el futuro, reduce el sentimiento de soledad.
 
Sorprende ver, dicen los investigadores, cómo este programa también altera los marcadores de los genes y proteínas de la inflamación. 
 

La inflamación es un componente natural del sistema inmunológico y puede ayudar a combatir diferentes agresiones al cuerpo, desde infecciones hasta las consecuencias de un golpe con un martillo. Pero se sabe que la inflamación crónica juega un papel primordial en la patología de muchas enfermedades y problemas psicológicos. 

 
“Nuestro trabajo representa la primera evidencia que muestra cómo una intervención psicológica que reduce el sentimiento de soledad también reduce la expresión de los genes que favorecen la inflamación”, dice Cole. “Si se sigue investigando en esta línea, este programa puede ser un instrumento muy valioso para mejorar la calidad de vida de muchos mayores”. 
 
Los participantes en el programa afirmaban que se sentían menos solos y sus análisis de sangre mostraban, al mismo tiempo, un descenso significativo en la expresión de los genes relacionados con la inflamación.
 

Resiliencia

Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». (www.rae.es)

¿Cómo volver a salir a flote después de uno de los frecuentes contratiempos, decepciones o malos momentos de la vida? La respuesta es resiliencia: necesitas entrenar tu cerebro.
El cerebro tiene muchos mecanismos para salir de nuevo a flote tras los contratiempos del día a día. Y con un poco de esfuerzo, puedes mejorar esta habilidad de recuperarte de los “malos momentos” de la vida.
Cuando nos disgustamos después de haber dicho algo o hecho algo de lo que luego nos arrepentimos (¿y quién no de vez en cuando?), eso es un signo claro de que nuestra amígdala (el radar del peligro del cerebro que dispara la “respuesta de luchar o huir”) ha secuestrado los centros de mando del cortex prefrontal. La clave neural de la resiliencia está en el grado de rapidez con el que nos recuperamos de ese secuestro. 
El circuito que nos devuelve toda nuestra energía y enfoque después de un secuestro de la amígdala, se concentra en el lado izquierdo del área prefrontal del cerebro, según Richard Davidson, un neurocientífico de la Universidad de Wisconsin. 
También ha descubierto que cuando nos sentimos mal anímicamente, hay una mayor actividad en el lado derecho del área prefrontal. Cada uno de nosotros, tenemos un nivel característico de actividad izquierda/derecha que predice la variabilidad de nuestro estado de ánimo diario: si nos inclinamos un poco más hacia el derecho, mayor malestar; si nos inclinamos más hacia la izquierda, mayor capacidad de recuperación de todo tipo de estados negativos. 
Para ponerlo en práctica en el lugar de trabajo, Davidson se alió con el director de una empresa de biotecnología en la que se trabajaba bajo fuerte presión las 24 horas de los 7 días de la semana, y con Jon Kabat-Zinn de la Universidad de Massahcusetts.  Kabat-Zinn ofreció a los empleados  formación en mindfulness, un método de entrenamiento de la atención que enseña al cerebro a registrar todo lo que ocurre en el momento presente con total enfoque pero sin reaccionar. 
Las instrucciones eran simples: 
  • Busca un lugar tranquilo y a solas, lejos de cualquier distracción durante unos minutos (por ejemplo cierra la puerta de la oficina y pon el teléfono en modo silencio).
  • Siéntate cómodamente con la espalda recta pero relajada.
  • Enfoca la atención en la respiración, atento a las sensaciones de la inhalación y la exhalación, y vuelve a empezar con la siguiente respiración.
  • No juzgues la respiración ni intentes cambiarla.
  • Observa cualquier cosa que venga a la mente que te distraiga (pensamientos, sonidos o lo que sea), deja que se vayan y vuelve la atención de nuevo a la respiración.
Después de ocho semanas, y una media de 30 minutos de práctica de mindfulness o atención plena, se había producido un cambio en la proporción de los que se inclinaban hacia el lado derecho, el del estrés y ahora había un mayor número de personas que se inclinaban más hacia el lado izquierdo, el de la resiliencia. Más aún, esas personas decían que ahora recordaban lo que les gustaba de su trabajo; volvieron a sentirse conectados con aquello que les daba energía cuando empezaron. 
Para obtener el beneficio completo, una práctica diaria de 20 a 30 minutos es lo que funciona mejor. Piensa en ello como un plan de ejercicios para la mente. Una grabación con instrucciones de un profesor puede ayudarte, pero la clave es encontrar un tiempo en la rutina diaria. 

Traducido y adaptado del artículo de Daniel Goleman en  http://blogs.hbr.org/cs/2011/04/resilience_for_the_rest_of_us.html